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EL ESTUCHE DE LAS PALABRAS

APADRINANDO PALABRAS: CACHUMBRERO

APADRINANDO PALABRAS: CACHUMBRERO

Si consultamos nuestro diccionario de palabras en extinción, podremos comprobar que cachumbrero significa chismoso. Esperanza Mimbrera, una maestra de prácticas de nuestro cole, os ha escrito este cuento para salvar la palabra.

¡Cachumbrero! ¡Cachumbrero!

No paraba de sentirlo en mi cabeza, todavía oía sus risas y burlas por todos lados; por favor, ¡salid de mí! Me repetía una y otra vez sin éxito.

- Por fin un poco de paz después de pasarme toda la noche oyendo sus gritos.

Al incorporarme vi que tenía la almohada empapada y todas las sábanas arrugadas en el centro de la cama.

- Jo, otra vez a desarmar la cama entera.

Era lo que me faltaba esa mañana; con lo rápido que estiro yo las mantas todas las mañanas… Mamá me regaña porque dice que dejo la cama con más bultos que un saco de “papas”, ¡uff! Pero hoy no me escapo. Bueno… pensándolo bien…

- ¡Mejor! Así tardaré más y el autobús que me lleva al colegio se irá sin mí.

En ese momento, me sentí el niño más feliz del mundo. Hoy me libraré de ellos.

-¡Pablo, Pablo! – se oía retumbar en la escalera - ¡el autobús del cole te está esperando!.

- No puedo ir hoy, mamá!. ¡Todavía no estoy preparado!... Qué pena ¿verdad?

Al decir estas palabras esperaba que mamá apareciera por la puerta de mi habitación y me bajara las escaleras de tres en tres tirándome de las orejas; pero mi sorpresa fue que eso no ocurrió. Qué raro, pensé.

- Mejor, así me quedaré toda la mañana viendo la televisión.

Me puse unos vaqueros y una sudadera para estar más cómodo en el sofá y me dispuse a bajar precipitadamente porque empezaba mi serie favorita. De repente, me encontré con una persona que me estaba esperando en la puerta de mi casa; ¡era mi madre!. Tenía mi abrigo en una mano y mi mochila en la otra. No me lo podía creer.

-  Vamos, que llego tarde; que mientras te dejo en el colegio y atravieso toda la ciudad para ir a la oficina…

- No puede ser, ¡voy a ir a clase!, pensé. En ese momento, un sudor frío empezó a recorrerme la espalda, mis manos se pusieron frías como el hielo y mi cara se parecía a la pared que tenía en frente. De repente, sentí un hormigueo por las piernas y …¡puff!

¡Cachumbrero! ¡Cachumbrero!

Otra vez están aquí sus malditas voces. No puedo más, no puedo volver a encontrarme con ellos y que sigan burlándose de mí y amenazándome con pegarme una paliza. Y todo esto por contarle a Victoria lo que oí en el servicio de los chicos; por decirle que Juan pensaba besarla en la fiesta de fin de curso mientras su íntimo amigo Lucas lo grababa con el móvil para chulear delante de los demás; de los demás ignorantes que se divierten con esas cosas, pero… ahora me doy cuenta. Lo único que he hecho ha sido ayudar a una amiga, ¿por qué tienen que reírse de mí? No lo entiendo. Bueno…. sí.  Son una panda de salvajes que como no tienen otra cosa que hacer, se burlan de los demás para pasar el rato, por eso yo de aquí en adelante…

- ¡Pablo, Pablo! ¿Me oyes, hijo mío?

Abrí los ojos y noté el suelo frío en mi espalda, me dolía un poco la cabeza y la primera imagen que vi fue la lámpara que hay colgada en la entrada de mi casa, sí, aquella que nos regaló la tía Angustias por Navidad, esa que era tan bonita.

¡Uff! Tenía el cuerpo condolido y, al incorporarme, vi, de repente, la silueta de mamá delante de mis ojos; estaba más guapa que nunca y le resbalaban dos lágrimas como puños por sus mejillas.

En ese momento me di cuenta que había malgastado mi tiempo pensando en esa gente, pero aprendí una valiosa lección: no volvería a meterme en los asuntos de los demás… ¿o sí?  

 

7 comentarios

Noelia Cazalla Millán 6B -

Había una vez un matrimonio que vivía en una casa grandecilla. Tenía macetas, un patio atrás... y una puerta que conducía a la casa del vecino.
El matrimonio tenía un hijo llamado Ismael de 5 años.
Su madre se llamaba MªÁngeles y su padre Manuel.
MªÁngeles sufría malos tratos de su marido Manuel.
Todo el día estaba Manuel insultándole, aglutinándole, molestándole...
Su vecino se llamaba José, pero le decían Pepe.
Pepe era muy cachumbrero y a todas las personas del pueblo le contaba algún chisme.
Un día de esos, Pepe sintió gritos y golpes.
Él se acercó a la puerta que conducía a la casa de MªÁngeles y Manuel.
¡Estúpida, ¿es que no haces las cosas en condiciones? Manuel maltratando a MªÁngeles .
¡Déjame en paz! Por favor. Suplicándole a Manuel.
¡Toma, toma y toma! Golpeando a MªÁngeles.
Por favor, no sigas. Sufriendo MªÁngeles.
Pepe lo oyó todo. Al día siguiente ya lo sabía toda la gente del pueblo.
¡Hasta salió en las noticias!
Metieron en la cárcel a Manuel y MªÁngeles y su hijo Ismael estaban tranquilos. Ismael sabía todo lo que estaba pasando con sus padres, pero no decía nada.
Ya, los dos estaban en paz.
Cachumbrero puede tener ventajas, como en este caso y cualidades, como el caso de una mujer que tiene un amante y se entera todo el pueblo.

Almudena Barranco Fernández -

Estoy hasta el gorro de mi hermano Rubén. Es un pesado. No para de preguntar: ¿Dónde has estado? ¿Con quién? ¿Por qué te has ido? ¿A qué hora llegaste? ¿De verdad?
Dice que debo darle explicaciones, porque se siente responsable, al ser mi hermano pequeño.
A todos los sitios a los que voy me encuentro a cachumbreros. Mi familia es cachumbrera.
- ¡María!- Esta es mi tía. Solo ella me nombra a gritos por mi nombre completo.
- ¿Qué pasa ahora?- Le pregunto lo mismo de todos los días. Y ella, con cara de detective patoso, me cuenta dispuesta a intimidarme:
- Me ha dicho tu mami... que esta madrugada te levantaste sonámbula y... te acostaste con ella. ¡Pero si ya tienes catorce años!
- No es cierto- Me escapo lentamente para disimular mi alteración y timidez
Es verdad. Recuerdo lo que soñé anoche:
“Estaba perdida en un bosque repleto de árboles. Era de noche, así que no veía.
Visualizaba búhos con ojos abiertos como platos y haciendo ruidos muy extraños, típico de ellos. La luna estaba llena y brillaba bastante, pero no lo suficiente como para iluminar el camino. Empecé a escuchar pasos, alguien me seguía, en realidad era mi madre que no me podía despertar a lo bruto. Algo blando rozó mi cuerpo, era la cama de mi madre”
Abrí los ojos y, efectivamente, estábamos las dos durmiendo en la cama de mi madre. Tenía demasiado sueño como para volver a mi cama a dormir. Entonces, al despertar, encuentro a algunos de mis familiares alrededor de la cama: mi madre, mi padre, mi hermano Rubén, mi tío Jorge... Menos mal, que no estaban las “cacatúas” de mis primas, porque si no, ya se habría enterado todo el instituto.
Como iba diciendo, todos estaban a mi alrededor. Susurraban, gritaban, se reían, pero la protagonista de las carcajadas, los gritos y los susurros, siempre era yo.
En fin, aquí estoy escapando lentamente, que todavía no he llegado a casa. Supongo, que pararé en algún parque, para tardar más en llegar.
Me dirijo hacia un parque. ¡Qué soso! Solo tiene un tobogán oxidado y tres columpios rotos. Me subo al tobogán pero no me deslizo.
Toda la gente me mira, como si ya supieran la noticia. Vuelvo a escuchar susurros, carcajadas.
Me siento sola, apartada de los demás, tímida.
¡Parece que todo el mundo se ha vuelto cachumbrero!
Me decido a bajar del tobogán y a dirigirme hacia mi casa. Veo a una de mis primas, Victoria, y me pongo a llorar, pensando en que me restregaría en la cara que a mi edad las personas no se acuestan con sus madres.
- ¿Qué te pasa?- Me pregunta.
- Que el mundo entero se ha vuelto cachumbrero- Le respondo por poner una excusa diferente a la real.
- ¿Y por eso tienes que llorar? ¡Pues anda!- Me protesta mi prima Victoria. Y yo, para aclararle de qué lloro y, para que no se entere de la verdad, le explico:
- Lloro porque se ríen de algo que me ocurrió anoche.
- ¿Y qué te sucedió anoche?- Me pregunta colocándose en su papel de cachumbrera. Pero nerviosa le contesto:
- ¡Eso a ti no te importa! Y si te importase, no te lo diría, porque lo “cascas” todo.
Victoria, sorprendida por mi respuesta, se pone a dar saltos y patadas en el aire de la rabia. Victoria se va furiosa a su casa.
Sigo caminando y, por desgracia, llego a casa.
- ¿Dónde están todos, mamá?- Le pregunto a mi madre.
- Se han ido. Como ya nos hemos contado todos los chismes...- Me dice, y sigue comentando- Y tú, procura no levantarte de madrugada, que se han marchado todos, riéndose de ti.
Llaman a la puerta, abro y no hay nadie. Miro hacia un lado, hacia el otro, hacia arriba, hacia abajo y... ¿Qué es esto? ¡Es un paquete! ¿Para quién será? ¡Es para mí! Bah, es una carta. En ella pone:
“Querida María:
Esta carta la he llevado yo hasta tu casa.
Quiero pedirte perdón, por ser tan cachumbrera. A lo mejor, si me cuentas por qué llorabas, te sentirás mejor”.
En la carta hay pintados tulipanes y crisantemos, mis flores favoritas.
Queda algo en el paquete... a ver, a ver... ¡Otro paquete! ¡Y otro! ¡Y otro más! Vaya, parece que este ya es el último. ¿Una piedra? Es muy bonita pero, ¿Para qué quiero yo una piedra?
- María, estás muy silenciosa. ¿Qué estás haciendo?- Me pregunta mi hermano Rubén.
- Te gusta esta piedra, ¿verdad? Te la regalo. Una piedra no me sirve para nada.- Le contesto. Y él, con un tono sabio, diferente al de todos los días, me mira a la cara y me explica:
- ¿Te acuerdas de una historia, basada en hechos reales, que nos contaba la abuela Juana, cuando éramos pequeños?
- No, solo me acuerdo de los romances.- Le aclaro.
- Trata de una niña, que estaba enfadada con su familia. La niña se enfada con su prima. Su prima le pide perdón, con un regalo precioso, que no sirve para nada. Resulta, que lo que de verdad importaba, era el perdón, no el regalo... ¿Me sigues? El perdón debería ser aceptado. Si aceptar el perdón o no, debería decidirlo la niña. ¿No crees?- Me termina de explicar.
- ¡Gracias por el relato, hermano!
La historia que me ha contado mi hermano es la mía. Lo ha hecho con el propósito de que haga lo que él me ha dicho mediante el relato: aceptar las disculpas de mi prima Vicoria.
Ya he llegado a su casa y llamo a la puerta.
- ¡Hola!- Decimos a la vez. Despues de coincidir varias veces al hablar, ella se adelanta y me pregunta:
- ¿Me perdonas?
- Sí, te perdono.
Y desde entonces, como ella se trasladó a vivir más lejos, nos mandamos paquetes con cartas y piedras bonitas.

Luis Miguel Fernández -

Érase una vez un niño que se llamaba Quique. Era un niño solitario y tímido. Un día a la salida del colegio fue al parque a comprar en el kiosco. Al cabo de unos minutos llegaron algunos amigos de Quique: eran seis y se llamaban Jaime, Rafa, Edu, Oscar, César y Héctor. Uno de ellos dijo:
-¿Quieres pelea? -Era Rafa.
-¿Por qué voy a querer pelea con vosotros?
-Tu has sido como siempre el cachumbrero que le ha dicho al profesor que me he copiado del último examen de Matemáticas.
Dijo Quique:
-Yo he sido, pero si me perdonas ... Y antes de que terminasen de hablar Quique se fue corriendo para su casa.
Gritaban sus amigos:
!Cachumbrero!!Cachumbrero! Llegó a su casa y le dijo su madre:
-¿Qué te pasa Quique?
Contestó Quique:
-Que dice Rafa que soy un cachumbrero.
Pregunta su madre:
¿Eso es verdad? No se puede ser cachumbrero con los amigos porque nunca tendrás amigos.
Quique empezó a opinar y dijo pensando:
- Bueno, no seré más cachumbrero.

Francisco Antonio Castilla Delgado -

CACHUMBRERO!
Erase una vez un niño que se llamaba Roberto. Era un niño bajo, con ojos azules, pelo moreno, una gran nariz, en fin, un niño feo que se reían de él por su físico y la gente no sabe que lo importante está en el interior. El niño quería a una niña muy guapa, rubia, ojos verdes, inteligente. Estaba hasta las trancas por
ella pero la niña también lo quería, lo que pasa es que a la niña le daba vergüenza.
Un día llegó a la escuela un niño que se llamaba Jorge: era alto, castaño, ojos marrones, inteligente... Y la niña, cuando lo vio, se enamoró hasta que no pudo más y gritó: ¡te quiero! y a Roberto se le saltaron las lágrimas. Y un día Roberto vio a Marta y a Jorge besarse y del coraje que le dio se lo dijo al maestro Alfonso y el maestro les echó un fuerte castigo a los dos. Por eso un día le dijo Marta a Roberto: ¡Cachumbrero! y Jorge le dijo lo mismo: ¡Cachumbrero! y el niño se fue corriendo por el pasillo de la escuela hacia su casa y él oía a los niños diciéndole: ¡Cachumbrero, cachumbrero! y todo el día así hasta que cayó enfermo y fue al hospital y cuando despertó vio a Marta enfrente de su cama diciéndole:
Perdóname, Roberto, yo no quería hacerlo. Y añadió: -te quiero.
Y el niño le respondió:
Yo también te quiero.
Y la niña le dijo:
¿Quieres ser mi novio?
Y le respondió el niño:
Claro.
Y fueron felices y comieron perdices.

Mª José Oriola Sánchez -

Un niño que se llamaba Juan estaba todos los días metiéndose en la vida de los demás por eso le decían cachumbrero.
Al día siguiente estaba en clase y vino una niña nueva al colegio.
Se llamaba Claudia y era muy guapa.
Ella se sentó al lado de Juan y le preguntó:
-¡Hola!¿Cómo te llamas?
-¡Hola!Me llamo Juan ¿y tú?
-Yo me llamo Claudia y soy de Málaga.-Le contestó Claudia.
Desde ese momento los dos se empezaron a llevar muy bien.
A los pocos días Claudia estaba cansada de que Juan se metiera tanto en sus asuntos hasta que un día explotó:
-¡Juan no te metas en mis asuntos!-le dijo con la voz muy alta.
-Lo siento, no quería hacerlo, sólo quiero solucionar tus asuntos.
Y le dijo Claudia:
-Pues la próxima vez piensa que la gente ya es moyorcita para resolver sus problemas.
-Vale-le contestó confiando en ella.
Desde ese momento se dio cuenta de que era un cachumbrero, y desde ese momento siguió la propuesta que le dijo Claudia.
A los pocos días vio a unos niños que se estaban metiendo con otro.
Al siguiente día también y Juan se lo iba a decir al maestro pero recordó lo que le había dicho Claudia y fue corriendo a comentárselo a Claudia: que le estaban pegando a un niño, y le dijo Claudia:
-Corre, ve y se lo dices a los maestros.
Y le contestó:
-Pero, ¿tú no me dijiste que no me metiera en la vida de los demás?
-Pero en un caso como éste hay que hacerlo.
Corriendo fueron a decírselo al maestro.
Los maestros fueron y regañaron a los niños.

Nacho Torralbo Martínez 6ºA -

En un pequeño pueblo de Jaén hace unos 100 años aproximadamente vivía un hombre llamado Juan que tenía una venta. La venta estaba en las afueras del pueblo. Juan era un hombre muy agradable y por ello a la gente le gustaba hablar mucho con él sobre cualquier cosa e incluso a veces le contaban secretos. También hablaba con gente de otros pueblos y por tanto se enteraba de los hechos de otros sitios. A él no sólo le gustaba que le contasen cosas si no que también le gustaba revelar a la gente los secretos que le habían dicho. Corrían algunos rumores en el pueblo sobre que a aquel hombre le gustaba revelar a la gente los secretos que le habían dicho hasta que un día los rumores se confirmaron. Juan estaba contando secretos personales en el momento en que entró la persona de la que hablaban. Desde ese día, Juan comenzó a perder clientes y le llamaron el “cachumbrero” hasta que su local se quedó vacío y sin clientes. Por la calle todos le gritaban:
- ¡Cachumbrero! ¿Cachumbrero!
Después de una semana, decidió trasladar su taberna a Jaén ya que había más población. En cuanto instaló su taberna, siguió con su negocio perfectamente. Cada vez iba siendo más conocido su bar, y por tanto ganaba cada vez más clientes, pero pensó dos inconvenientes:
El primero es que no tenía amigos en la ciudad para charlar y el segundo que echaba de menos los que tenía en su pueblo.
Un día se encontró un amigo de su pueblo que iba de compras y le dijo:
- Por fin te encuentro, ¿Qué haces aquí?
- Como ya no veníais a mi taberna, decidí trasladarme aquí.
- Pero tienes que volver con nosotros. Todos te echamos mucho de menos.
- No sé qué decirte, estoy bien.
- Pero te necesitamos, no hay más sitios donde nos sirvan las copas que nos sirves tú.
- Bueno, en ese caso ¡volveré!. Espero que no volváis a dejarme sólo.
Al fin volvió a encontrarse con esas caras conocidas que llenaron su jarra de la alegría. En cuanto la gente se enteró que Juan había regresado, todos fueron a darle la bienvenida:
- Ahora sí que no me trasladaré más y sobre todo, sólo contaré las noticias locales y no las personales. Y como todos los días se aprende algo nuevo, hoy he aprendido, que una persona cachumbrera no es querida por nadie.

Juan Mª Galindo Moral 6º A -

Érase una vez un señor de Mengíbar que era muy cachumbrero, se metía en todo, pero era muy buena persona.
Un día, él iba con su perro paseando por cada rincón de Mengíbar.
Mengíbar es un pueblo pequeño y bonito con mucha historia: por Mengíbar han pasado romanos, árabes, visigodos... y han dejado muchos restos históricos.
El señor pasó por una tienda de motos que se llamaba Motos Chema y escuchó a dos personas que iban a violar a una mujer, pero el señor escuchó mal y se asustó, lo que tramaban las personas era de ver una película donde violan a una mujer. EL señor fue rápido a la Guardia Civil tirando del perro que casi iba a ahogarlo. Rápidamente los Guardias Civiles pudieron saber quienes eran gracias a las cámaras de la tienda y localizaron dónde vivían. Al día siguiente encontraron la casa de las personas sospechosas. Los Guardia Civiles derrumbaron la puerta y entraron, dijeron:
¿Dónde esta la persona violada? -dijeron los Guardias Civiles.
¿Quéee ? contestaron las personas.
De repente entró el señor a la casa.
Este hombre os escuchó. -Dijeron los Guardias Civiles.
Este señor es un cachumbrero, entendió mal, nosotros planeábamos ir a ver una película donde violan a una mujer.- Dijeron las personas.
Todo fue un mal entendido las cosas se arreglaron y el hombre aprendió la lección.